Catalogo exposición individual Galería Biosca
Mayo-Junio 1994
DEL SILENCIO AL SILENCIO
Luis Guembe
(extracto)
Nos encontramos ante una exposición de pintura, fruto de una gran sensibilidad pictórica y de un inflexible voluntad de profundizarla.
…¿ Qué experiencia nos proponen estos cuadros ? ¿ De qué hablan? ¿ A qué se están refiriendo en lo que dicen y en cómo lo dicen ? Son muchas las cosas de las que los cuadros pueden hablar: del intento de alcanzar la belleza, de qué verdad decir y de cómo decirla, de cómo enfrentarse a la existencia y su absurdo; hablan de lo que ocultan, hablan del autor y su mundo, pero también del espectador que, proponen, y del suyo. En definitiva un cuadro es una propuesta de sentido y cuanto más profunda es la voluntad de ir lejos en ello y de hacerlo respetando y recreando el juego pictórico, más nos dice, más nos conmueve, más nos involucra, más puertas nos abre en nuestra propia profundidad. Todo esto está ahí, ante nosotros, densamente, en estos cuadros que nos gritan, que ocultan gentilmente su fuerza en la belleza serena de sus formas, en una belleza que no traiciona, que no halaga lo bello, que con ella nos lleva más lejos. ¿ A donde ? ¿ Donde encuentran su sentido estos cuadros? Mi propuesta es que muestran el silencio, y en el silencio, la experiencia de lo que somos frente al tiempo, y lo expresan en términos de espacio. Hablan de leve fluir de la conciencia que decía Shelly.
Todo eso está ahí, en las miradas abstraidas, ensimismadas, en la manera de estar de esos seres en su espacio, en la manera de hacerlo suyo, de hacerlo existencia sin agitación ni prepotencia, en la manera de ofrecerse a la mirada del espectador, sin invadirlo. Estos cuadros no nos cuentan historias, cuentan experiencias. El tiempo que nos proponen no es el tiempo narrativo de una novela o de una sinfonía, es el de un acorde perfecto que resuena en nosotros en un instante, conmoviéndonos. No necesitamos tiempos verbales para describirlo. No es la fotografía de un acción, es la fotografía de una intensidad. Adivinamos una historia en esos seres, pero está olvidada, casi sin peso. Su identidad no nace del pasado, sino de su conciencia de ser en el presente. No hay nombres propios, ni casi sujetos, sólo conciencia de ser, levemente, suavemente, abandonándose, y el tiempo narrativo creado por la memoria apenas si se adivina en una tenue nostalgia. Sólo silencio. Tiempo suspendido.
Todo eso está en la trabazón de elementos que construyen estos cuadros, en su composición equilibrada y sobria, depurada al máximo de todo elemento perturbador, en la claridad y equilibrio de su luz. En la armonía de sus contrastes de color. En las profundidades que se crean en el juego entre las zonas de luz y de sombras, en los mundos que se adivinan en éstas. Todo pura
materia pictórica.
Volvamos al espacio. Este no inmoviliza a las figuras ni ofrece al espectador otro tema que la propia inmensidad, no lo ata a otra contemplación que no sea ella misma. Ese espacio se ofrece como un eco de la conciencia que vemos en la mirada y actitud de los seres que lo habitan. La ecuación espacio-tiempo, tiempo representado en el espacio, que es el patrimonio de la pintura, se crea para expresar la intensidad de una conciencia interior –aquí y ahora–, que se expande sin temor ni arrogancia en la inmensidad.
No hay reverente temor a ningún mito sagrado, sólo pura conciencia en la libertad de lo desconocido, sólo el silencio del lugar donde los ángeles no se atreven a pisar, sólo lo que nos hace ser como dice Borges “fragmentos de un dios que en el principio de los tiempos se destruyó, ávido de no ser” . Sólo lo que el desierto hace brotar en nosotros. A veces la pintura es así una ofrenda ,
puede ser un conocimiento y una experiencia, mucho más que un objeto, una técnica o una habilidad. En este caso lo es. Puede hacernos conocer los rostros que nunca tendremos, pero que están en nosotros, lo que intuímos sin poder poner nombre, lo que sin poseer sabemos que es nuestro, simplemente puede como quería Paul Klee “hacer visible lo invisible”.