Cátalogo exposición individual galería Maese Nicolás.
León 1985
Presentación de Antonio Gamoneda

De alguna manera, la pintura de Sánchez Escalona ofrece una mano tendida al realismo, pero ¿a qué modulación de este vario abanicode posibilidades que, por convención, llamamos “realistas” hace recurso esta artista ?. Con un valor fragmentario, las floraciones las apariciones (he rozado una palabra clave, quizás) vegetales, comportan esa minuciosidad formal que es distintiva en la tendencia, pero su finalidad no es la referencia a un mundo objetivo, físicamente real. Para acelerar la averiguación, vamos a convenir en que tales datos no son sino “servicios” formales a un propósito más ambicioso e impreciso; la realidad que le interesa a María Antonia Sánchez Escalona es la que conviene a la noción de soledad, a la fascinación de los sueños , a la “magia” de las situaciones imposibles. En una palabra: los rasgos de un realismo formal se potencian y sirven a la representación de un “irrealismo” expresivo; es decir , a un realismo poético. Este preámbulo, tan conceptuoso y teórico, me ha parecido necesario para fijar el funcionamiento de una pintura que, luego diré porqué, se me declara noblemente inconforme consigo misma.

En estas figuraciones, yo advierto una doble manera de expresión que, al tiempo, supone una, también doble, manera de configuración. Por una parte están las representaciones que yo llamaría de “actitud”, ligadas a figuras inmóviles, en un espacio atravesado de misterio, mudas e interrogantes en su disposición y en su mirada que, siendo humana, parece contemplar algo que no lo es. Hay aquí una estatuaria más dramática que olímpica, mas inquietante que clásica. Estos seres coronan su soledad de hojas también inmóviles y son, simultáneamente, majestuosas y dolientes. Yo veo aquí una clara alusión a una situación existencial. En esta ladera, la pintura de Sánchez Escalona comporta un simbolismo cuya ambigüedad es la ambigüedad activa , propia de todo len guaje poético.

En otras obras, la dominante de lo representado  está  orientada a una cierta desnaturalización del espacio y sus habitantes. Aquí, los seres, los objetos, las construcciones no pesan sino que participan de la fugacidad, de arrebatada levitación del mundo de los sueños. Todo tiende a un dinamismo que es el dinamismo de lo imaginario. Las cosas no tienen sustancia ni peso; se manifiestan a través de su actividad, de su propensión a disolverse.

Yo creo que estas dos vertientes son complementarias a nivel de expresión y de configuración. Estatismos y dinamismos polarizan las dos zonas de este “realismo” (ojo: entre comillas el termino “realismo”) subjetivo. Todo se mueve entre el ser y el  no ser, entre el valor de la idea y el valor de la forma. Y hay aquí una pelea – la anunciada más arriba – de esta pintura consigo misma. La duplicación de la propuesta y hasta el tratamiento pictórico (el color, por ejemplo, de las representaciones “fugaces” y la manera de ser impuesto, es un color “desnaturalizado” en el mejor sentido, filtrado por la óptica de los sueños) suponen una dialéctica interior, un rechazo de la representación en un único sentido. Y en  esta dialéctica, en su problematización Sánchez Escalona se salva de los virtuosismos y academismos que pudieran trivializar su pintura